sábado, 16 de septiembre de 2017

NIEBLA Miguel de Unamuno (1864 -1936)



NIEBLA
“¡Ay, Orfeo, Orfeo,... ¿Qué es el mundo real sino el sueño que soñamos todos, el sueño común?" 

Me acerco al teclado con  veneración casi religiosa, pensando en Niebla, con la duda de ser yo también tan solo un pensamiento nebuloso del escritor o quizás el instrumento que utiliza la nivola (¿de niebla y novela?) para que yo hable  humildemente de ella, en la bruma de mi existencia o de mi inexistencia.

Mezcla, don Miguel, realidad e invención en la niebla continua de su nivola porque “la realidad de la ficción es la ficción de la realidad”. Obvio.

Augusto Pérez, personaje literario inventado por Unamuno, que vive desahogadamente de sus rentas, lleva su vida como cualquier mortal de carne y hueso. Descubre unos hermosos ojos de mujer y se enamora; se le revela el Amor en la mujer y se enamora de todas las mujeres, pasando, según su amigo Víctor, de lo abstracto a lo concreto y de lo concreto a lo genérico.
Su amor por la dueña de aquellos ojos, Eugenia Domingo del Arco, es totalmente espiritual y generoso; la felicidad de su amada es su propia felicidad y poco importa que tenga un novio holgazán y vividor y que ella se aproveche de la ingenuidad del pobre Augusto enamorado.
En paralelo, conoce  el atractivo de la voluptuosidad en Rosario, una moza descarada que acabará entendiéndose con el novio de Eugenia, burlándose los tres del inocente Augusto Pérez.

Largas e interesantes son las conversaciones metafísicas que Augusto tiene con Víctor y los monólogos que desarrolla con su perro Orfeo.

Sufriendo el desamor y el escarnio, y antes de suicidarse, decide consultarlo con don Miguel de Unamuno, autor de la narración, a quien conocía lejanamente por haber leído algún ensayo del mismo, y éste, le descubre que no puede morir, porque nunca vivió mas que en los sueños y en el pensamiento del autor y que morirá cuando el autor lo decida, por lo tanto no tiene permitido el suicidio, sin embargo morirá, porque así lo decide su creador, o sea el propio Unamuno.
Augusto, el personaje de ficción le hace ver  al autor, a la persona real, que sus realidades son iguales, si Augusto no existe, tampoco existe Unamuno , que también él es un sueño, el sueño de Dios, él y nosotros sus lectores, y como tal sueño, no existimos. Unamuno debe reconocer que la propia discusión que tiene con su personaje es la prueba irrefutable de la existencia real del mismo personaje.

En la niebla del conocimiento, desde Descartes, hay razones profundas para creer   en la propia  existencia, por lógica deducción: “Como, luego existo” porque si no existo, ¿cómo es que como? Ah no, que era: “pienso, luego existo” el adagio de Descartes, aunque ambas se complementan ya todos comemos pero no todos pensamos en nuestro pasar por la vida.


Pero resulta que tampoco hay verdades profundas, sino vacío, vacío profundo;  cuanto más profunda sea la verdad, al igual que un pozo, más vacío hay..

Cuando un hombre dormido sueña, para esa persona, qué es lo más real, ¿su sueño o él mismo? ¿Y si sueña que es él mismo que está soñando lo que sueña?

Nada queda claro, todo es duda nebulosa. Todo es niebla oscura.

“¡Ay, Orfeo, Orfeo,... ¿Qué es el mundo real sino el sueño que soñamos todos, el sueño común?”

Probablemente ésta sea la realidad.
¡O quizás,  no!
                                    
José F. Álvarez






 
NIEBLA EN AUDIOLIBRO                        




NOTAS

TRES MUNDOS UNA SOLA EXISTENCIA

Y bajo esos dos mundos (el literario y el material), sosteniéndolos, está otro mundo, un mundo sustancial y eterno, en que me sueño a mí mismo y a los que han sido –– muchos lo son todavía–– carne de mi espíritu y espíritu de mi carne, mundo de la conciencia sin espacio ni tiempo en la que vive, como ola en la mar, la conciencia de mi cuerpo
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El sueño de uno solo es la ilusión, la apariencia; el sueño de dos es ya la verdad, la realidad. ¿Qué es el mundo real sino el sueño que soñamos todos, el sueño común?»
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––Y pensar es dudar y nada más que dudar. Se cree, se sabe, se imagina sin dudar; ni la fe, ni el conocimiento, ni la imaginación suponen duda y hasta la duda las destruye, pero no se piensa sin dudar. Y es la duda lo que de la fe y del conocimiento, que son algo estático, quieto, muerto, hace pensamiento, que es dinámico, inquieto, vivo.
––¿Y la imaginación?
––Sí, ahí cabe alguna duda. Suelo dudar lo que les he de hacer decir o hacer a los personajes de mi nivola, y aun después de que les he hecho decir o hacer algo dudo de si estuvo bien y si es lo que en verdad les corresponde. Pero... ¡paso por todo! Sí, sí, cabe duda en el imaginar, que es un pensar...
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––Mire usted bien, don Miguel... no sea que esté usted equivocado y que ocurra precisamente todo lo contrario de lo que usted se cree y me dice
. ––Y ¿qué es lo contrario? ––le pregunté alarmado de verle recobrar vida propia.
––No sea, mi querido don Miguel ––añadió––, que sea usted y no yo el ente de ficción, el que no existe en realidad, ni vivo, ni muerto... No sea que usted no pase de ser un pretexto para que mi historia llegue al mundo...
––¡Eso más faltaba! ––exclamé algo molesto.
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––En efecto; un novelista, un dramaturgo, no pueden hacer en absoluto lo que se les antoje de un personaje que creen; un ente de ficción novelesca no puede hacer, en buena ley de arte, lo que ningún lector esperaría que hiciese...
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––¿Conque no, eh? ––me dijo––, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima..
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Y ¿por qué surgiendo de las páginas del libro en que se deposite el relato de mi ficticia vida, o más bien de las mentes de aquellos que la lean ––de vosotros, los que ahora la leéis––, por qué no he de existir como un alma eterna y eternamente dolorosa?, ¿por qué?
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Yo por lo menos sé de mí decirte que una de las cosas que me dan más pavor es quedarme mirándome al espejo, a solas, cuando nadie me ve. Acabo por dudar de mi propia existencia a imaginarme, viéndome como otro, que soy un sueño, un ente de ficción.
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¿quién sabe si existía o no, y menos él mismo...? Uno mismo es quien menos sabe de su existencia... No se existe sino para los demás
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sólo está de veras despierto el que tiene conciencia de estar soñando, como sólo está de veras cuerdo el que tiene conciencia de su locura.
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ha de quedar el Verbo que fue el principio y será el último, el Soplo y Son espiritual que recoge las nieblas y las cuaja

BELLEZA DE LAS COSAS

Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto. «Es una desgracia esto de tener que servirse uno de las cosas ––pensó Augusto––; tener que usarlas, el uso estropea y hasta destruye toda belleza. La función más noble de los objetos es la de ser contemplados. ¡Qué bella es una naranja antes de comida! Esto cambiará en el cielo cuando todo nuestro oficio se reduzca, o más bien se ensanche a contemplar a Dios y todas las cosas en Él. Aquí, en esta pobre vida, no nos cuidamos sino de servimos de Dios; pretendemos abrirlo, como a un paraguas, para que nos proteja de toda suerte de males.»

UNAMUNO Y MACHADO

"El sendero nos lo hacemos con los pies según caminamos a la ventura." Unamuno 1907
"Caminante no hay camino, se hace camino al andar" Machado dirá en el 17

UNAMUNO Y BÉCQUER


"Ayer la vi en su casa, con pretexto de visitar a sus tíos; la vi... 
––Y te miró, ¿no es eso?, ¿y creíste en Dios?"
Remedando a Bécquer:
“Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...,
¡hoy creo en Dios!” 

ANARQUÍA

––Se me había olvidado decirle que cuando escriba a Eugenia lo haga escribiendo su nombre con jota y no con ge, Eujenia, y del Arco con ka: Eujenia Domingo del Arko.
––Y ¿por qué?
––Porque hasta que no llegue el día feliz en que el esperanto sea la única lengua, ¡una sola para toda la humanidad!, hay que escribir el castellano con ortografía fonética. ¡Nada de ces!, ¡guerra a la ce! Za, ze, zi, zo, zu con zeta, y ka, ke, ki, ko, ku con ka. ¡Y fuera las haches! ¡La hache es el absurdo, la reacción, la autoridad, la edad media, el retroceso! ¡Guerra a la hache!
––¿De modo que es usted foneticista también?
––¿También?, ¿por qué también?
––Por lo de anarquista y esperantista...
––Todo es uno, señor, todo es uno. Anarquismo, esperantismo, espiritismo, vegetarianismo, foneticismo... ¡todo es uno! ¡Guérra a la autoridad!, ¡guerra a la división de lenguas!, ¡guerra a la vil materia y a la muerte!, ¡guerra a la carne!, ¡guerra a la hache! ¡Adiós!

EL AMOR  Y LA MUJER

––En efecto; se me antoja que debe de ser imposible conocer a aquella mujer con quien se convive y que acaba por formar parte nuestra. ¿No has oído aquello que decía uno de nuestros más grandes poetas, Campoamor?
––No; ¿qué es ello?
––Pues decía que cuando uno se casa, si lo hace enamorado de veras, al principio no puede tocar el cuerpo de su mujer sin emberrenchinarse y encenderse en deseo carnal, pero que pasa tiempo, se acostumbra, y llega un día en que lo mismo le es tocar con la mano al muslo desnudo de su mujer que al propio muslo suyo, pero también entonces, si tuvieran que cortarle a su mujer el muslo le dolería como si le cortasen el propio.
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Y ella le decía siempre las mismas cosas, cosas cotidianas, muy antiguas y siempre nuevas.
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––Dice ese escritor, y lo dice en latín, que así como cada hombre tiene su alma, las mujeres todas no tienen sino una sola y misma alma, un alma colectiva, algo así como el entendimiento agente de Averroes, repartida entre todas ellas. Y añade que las diferencias que se observan en el modo de sentir, pensar y querer de cada mujer provienen no más que de las diferencias del cuerpo, debidas a raza, clima, alimentación, etc., y que por eso son tan insignificantes. Las mujeres, dice ese escritor, se parecen entre sí mucho más que los hombres y es porque todas son una sola y misma mujer...
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––Ve ahí por qué, amigo Paparrigópulos, así que me enamoré de una me sentí en seguida enamorado de todas las demás.
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-Quien conozca una, una sola bien, las conoce todas, conoce a la Mujer. Además, ya sabe usted que todo lo que se gana en extensión se pierde en intensidad.

VARIOS

El alma es un manantial que sólo se revela en lágrimas. Hasta que se llora de veras no se sabe si se tiene o no alma.
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--Se me ha ido el alma de la vida gota a gota, y alguna vez a chorro------
Así llegó a aquel recatado jardincillo que había en la solitaria plaza del retirado barrio en que vivía.
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––Que a todos nos gusta, señorito, hacer papel y nadie es el que es, sino el que le hacen los demás.
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Amo, ergo sum! ... Y el alma misma, ¿qué es sino amor, sino dolor encarnado? Vienen los días y van los días y el amor queda
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La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega.


-Nunca se siente uno contento donde está -respondió el guardagujas.
(Antoine de Saint-Exupéry.- El pequeño Príncipe)
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Sí, el hombre no hace sino buscar en los sucesos, en las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas. Un mismo caso es triste o alegre según nuestra disposición innata.
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que el que juega no asa castañas.
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Alea jacta est! A lo hecho, pecho.
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Como un sueño dulce se les iba la vida
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sólo se aprende a vivir viviendo. Como a soñar soñando
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¿Cuánto falta para llegar al horizonte? ¿Qué veremos cuando allí estemos?*
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Anotación al margen de la obra
La descarga de PDF ha sido anulada por reclamación de derechos de autor ante DMCA (Digital Millenium Copyright Act).
Debo decir en  mi favor que  no recibo, directa ni indirectamente, ningún beneficio económico de los libros, películas o cualquier otro documento que comparto y además estoy convencido de no ocasionar ningún trastorno financiero o monetario a los autores de dichas obras, bien por ser muy antiguas, todas, o incluso que el autor haya fallecido muchos años ha; que es el caso de don Miguel de Unamuno. 

Reconozco, lógicamente que el autor tiene derecho inalienable del beneficio de su creación, pero una vez pasados los años, la cultura debe ser un bien patrimonio de la humanidad.

(Digo ésto entre paréntesis literalmente: El derecho de autor en España ¿no caduca a los setenta años de la muerte de dicho autor? Cuando compartí Niebla hacía ochenta y un años de la muerte de Unamuno. ¿Quién se está beneficiando económicamente de su talento? y ¿en base a qué?)
                                                                  (uno de agosto de dos mil dieciocho) 


   (13/02/19)

                                                           
Hoy compruebo que DMCA ha restaurado el enlace para descargar Niebla en PDF.                                                                                (
10/03/19)

                                                                                                                        IR AL ÍNDICE

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