miércoles, 20 de septiembre de 2017

METAMORFOSIS. Franz Kafka. 1915



Es kafkiano.  Palabra que se utiliza para describir lo absurdo, lo irreal e irrazonable, lo que está fuera de lógica. Solo los muy grandes dejan su sello en el lenguaje para la eternidad: quijotesco, platónico, kafkiano...
Franz Kafka autor de La Metamorfosis
 Es la segunda vez que leo Metamorfosis, en esta ocasión  me ha parecido más sencilla que la primera. Debe ser cuestión de edad, la primera vez que la leí era muy joven y hoy, ya viejo, creo que la he disfrutado  más, quizás porque ahora la contemplo dentro de la natural condición humana y la veo más comprensible.

Cuando de joven leí esta obra de Kafka recuerdo que me quedé con la imagen exterior, rara y repugnante en que el agente de comercio Gregorio Samsa tiene una mañana al despertarse, una imagen de insecto baboso, sucio y asqueroso. Ahora veo algo más en el tema.

El protagonista no  da importancia a su transformación, como si observara sus  primeras arrugas o sus primeras canas, solo piensa en su obligaciones laborales y en el cariño que tiene a su familia. Sin  embargo su cuerpo se ha convertido en un insecto inmundo; así lo ve  su familia, su padre, su madre y su hermana son los que ven y sufren su mutación física.

Kafka hace un relato que capta el interés del lector hasta la última palabra en su libro abstracto y permite u obliga al observador que piense y descubra el significado de su obra. Supongo que cada lector tendrá su opinión sobre lo que Kafka quiso expresar y posiblemente ninguno coincidamos con el autor; y aquí está, a mi parecer, una de las grandezas de Kafka.

Y yo, como soy quien escribe estas cuartillas, quiero exponer mi razonamiento. Qué es lo que yo entiendo que Kafka expone en Metamorfosis.
Pienso que el autor hace una exposición de la incomprensión y la mediocridad  del ser humano,  muestra la superficialidad de los sentimientos familiares y el egoísmo comodón de estar instalados en la costumbre y la poca aceptación a los cambios en la conducta de la gente que nos rodea, cuando afecta a nuestros hábitos y modos de vida.
Partiendo de que, para tener fama de buena persona, debemos actuar como los demás esperan que actuemos, si alguna vez se nos ocurre quedarnos un día en la cama, trepar por las paredes, o tirar por la calle del medio haciendo uso de la libertad personal y actuar contra corriente de forma desacostumbrada, es posible que nos convirtamos, a ojos ajenos, en un bicho raro, que suframos  una metamorfosis, un cambio; ya no somos quienes los demás creían que éramos y con toda seguridad que seremos apartados y posiblemente despreciados, condenados a la soledad, a la tristeza y a la muerte.
 Platón  describe algo parecido en el mito de la caverna. En la oscuridad de aquella sociedad nadie debe ser diferente y no se admite más verdad que la verdad tradicional, la que da a la comunidad tranquilidad y estabilidad.
Kafka lo dibuja magistralmente en la Metamorfosis que sufre Gregorio.  ¿Gregorio, actuando de forma desacostumbrada, o la gente de su entorno que cambia actitudes y sentimientos hacia Gregorio? Posiblemente sea una mutación conjunta, una metamorfosis de todos los personajes.
Gregorio Samsa, joven representante de comercio a sueldo y comisión, es el sostén de su familia desde que su padre arruinado, dejó de trabajar  y adquirió deudas con el jefe de Gregorio, que éste debe pagar trabajando para él durante años, mientras mantiene a su familia con esfuerzo, pero con alegría.

Mientras tanto, su padre, algo mayor, pero no demasiado, lee el periódico y dormita, su madre  dirige la casa y su hermana estudia y practica violín.
Una mañana, Gregorio se queda en la cama,  pierde el tren de las seis y también el de las ocho, no acude a su trabajo, (su cuerpo se ha transformado en insecto), es expulsado de la empresa por el apoderado en persona y todo en su vida se altera.
 
Con el tiempo los miembros de su familia irán  aprendiendo a valerse por sí mismos y ya Gregorio no solo no será necesario, ni en su economía ni en sus vidas, sino que es una carga, un fastidio, un estorbo.
El padre comienza a trabajar de conserje, la madre cose y la hermana será dependienta en una tienda. 
El cambio de actitud que en algunos es inmediato y radical, en otros va evolucionando hacia el mismo fin: el abandono, el aislamiento y por fin la muerte de Gregorio.
Gregorio, el pobre bicho, queda encerrado y casi abandonado en las cuatro paredes de su habitación.

El ser humano no quiere, no soporta los problemas ajenos, aún de los más cercanos, cuando estos problemas se alargan en el tiempo. Algunos, los buenos,  como la hermana, se mantienen al lado del desgraciado por algún tiempo más o menos largo y al final se cansan y desean la liberación, otros, los débiles, como el padre, se abandonan a su instinto de comodidad al primer momento. Y unos y otros se apoyan entre sí para justificar su propia debilidad y cobardía.
Gregorio muere de abandono e inanición.  Ese mismo día la familia, padre, madre y hermana se toman un día de descanso y se van a al campo, a respirar aire puro, a descansar.

Una nueva vida empieza. Más cómoda. Sin problemas... 
...hasta que alguien, nuevamente, decida trepar por las paredes como un insecto baboso.
                                                                              José  F. Álvarez


NOTAS
Esto de levantarse pronto –pensó– hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir.

 “El viajar es cansado; pero yo no sabría vivir sin viajar”

Estaba decidido a acercarse hasta la hermana, tirarle de la falda y darle así a entender que ella podía entrar con su violín en su habitación porque nadie podía recompensar su música como él quería hacerlo. No quería dejarla salir nunca de su habitación, al menos mientras él viviese.

...no olvidaba recordar de vez en cuando que reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas.

 a pesar de su triste y repulsivo aspecto, era un miembro de la familia al que no se podía tratar como a un enemigo.
                                                                                            IR AL ÍNDICE

sábado, 16 de septiembre de 2017

NIEBLA Miguel de Unamuno (1864 -1936)



NIEBLA
“¡Ay, Orfeo, Orfeo,... ¿Qué es el mundo real sino el sueño que soñamos todos, el sueño común?" 

Me acerco al teclado con  veneración casi religiosa, pensando en Niebla, con la duda de ser yo también tan solo un pensamiento nebuloso del escritor o quizás el instrumento que utiliza la nivola (¿de niebla y novela?) para que yo hable  humildemente de ella, en la bruma de mi existencia o de mi inexistencia.

Mezcla, don Miguel, realidad e invención en la niebla continua de su nivola porque “la realidad de la ficción es la ficción de la realidad”. Obvio.

Augusto Pérez, personaje literario inventado por Unamuno, que vive desahogadamente de sus rentas, lleva su vida como cualquier mortal de carne y hueso. Descubre unos hermosos ojos de mujer y se enamora; se le revela el Amor en la mujer y se enamora de todas las mujeres, pasando, según su amigo Víctor, de lo abstracto a lo concreto y de lo concreto a lo genérico.
Su amor por la dueña de aquellos ojos, Eugenia Domingo del Arco, es totalmente espiritual y generoso; la felicidad de su amada es su propia felicidad y poco importa que tenga un novio holgazán y vividor y que ella se aproveche de la ingenuidad del pobre Augusto enamorado.
En paralelo, conoce  el atractivo de la voluptuosidad en Rosario, una moza descarada que acabará entendiéndose con el novio de Eugenia, burlándose los tres del inocente Augusto Pérez.

Largas e interesantes son las conversaciones metafísicas que Augusto tiene con Víctor y los monólogos que desarrolla con su perro Orfeo.

Sufriendo el desamor y el escarnio, y antes de suicidarse, decide consultarlo con don Miguel de Unamuno, autor de la narración, a quien conocía lejanamente por haber leído algún ensayo del mismo, y éste, le descubre que no puede morir, porque nunca vivió mas que en los sueños y en el pensamiento del autor y que morirá cuando el autor lo decida, por lo tanto no tiene permitido el suicidio, sin embargo morirá, porque así lo decide su creador, o sea el propio Unamuno.
Augusto, el personaje de ficción le hace ver  al autor, a la persona real, que sus realidades son iguales, si Augusto no existe, tampoco existe Unamuno , que también él es un sueño, el sueño de Dios, él y nosotros sus lectores, y como tal sueño, no existimos. Unamuno debe reconocer que la propia discusión que tiene con su personaje es la prueba irrefutable de la existencia real del mismo personaje.

En la niebla del conocimiento, desde Descartes, hay razones profundas para creer   en la propia  existencia, por lógica deducción: “Como, luego existo” porque si no existo, ¿cómo es que como? Ah no, que era: “pienso, luego existo” el adagio de Descartes, aunque ambas se complementan ya todos comemos pero no todos pensamos en nuestro pasar por la vida.


Pero resulta que tampoco hay verdades profundas, sino vacío, vacío profundo;  cuanto más profunda sea la verdad, al igual que un pozo, más vacío hay..

Cuando un hombre dormido sueña, para esa persona, qué es lo más real, ¿su sueño o él mismo? ¿Y si sueña que es él mismo que está soñando lo que sueña?

Nada queda claro, todo es duda nebulosa. Todo es niebla oscura.

“¡Ay, Orfeo, Orfeo,... ¿Qué es el mundo real sino el sueño que soñamos todos, el sueño común?”

Probablemente ésta sea la realidad.
¡O quizás,  no!
                                    
José F. Álvarez






 
NIEBLA EN AUDIOLIBRO                        




NOTAS

TRES MUNDOS UNA SOLA EXISTENCIA

Y bajo esos dos mundos (el literario y el material), sosteniéndolos, está otro mundo, un mundo sustancial y eterno, en que me sueño a mí mismo y a los que han sido –– muchos lo son todavía–– carne de mi espíritu y espíritu de mi carne, mundo de la conciencia sin espacio ni tiempo en la que vive, como ola en la mar, la conciencia de mi cuerpo
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El sueño de uno solo es la ilusión, la apariencia; el sueño de dos es ya la verdad, la realidad. ¿Qué es el mundo real sino el sueño que soñamos todos, el sueño común?»
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––Y pensar es dudar y nada más que dudar. Se cree, se sabe, se imagina sin dudar; ni la fe, ni el conocimiento, ni la imaginación suponen duda y hasta la duda las destruye, pero no se piensa sin dudar. Y es la duda lo que de la fe y del conocimiento, que son algo estático, quieto, muerto, hace pensamiento, que es dinámico, inquieto, vivo.
––¿Y la imaginación?
––Sí, ahí cabe alguna duda. Suelo dudar lo que les he de hacer decir o hacer a los personajes de mi nivola, y aun después de que les he hecho decir o hacer algo dudo de si estuvo bien y si es lo que en verdad les corresponde. Pero... ¡paso por todo! Sí, sí, cabe duda en el imaginar, que es un pensar...
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––Mire usted bien, don Miguel... no sea que esté usted equivocado y que ocurra precisamente todo lo contrario de lo que usted se cree y me dice
. ––Y ¿qué es lo contrario? ––le pregunté alarmado de verle recobrar vida propia.
––No sea, mi querido don Miguel ––añadió––, que sea usted y no yo el ente de ficción, el que no existe en realidad, ni vivo, ni muerto... No sea que usted no pase de ser un pretexto para que mi historia llegue al mundo...
––¡Eso más faltaba! ––exclamé algo molesto.
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––En efecto; un novelista, un dramaturgo, no pueden hacer en absoluto lo que se les antoje de un personaje que creen; un ente de ficción novelesca no puede hacer, en buena ley de arte, lo que ningún lector esperaría que hiciese...
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––¿Conque no, eh? ––me dijo––, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima..
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Y ¿por qué surgiendo de las páginas del libro en que se deposite el relato de mi ficticia vida, o más bien de las mentes de aquellos que la lean ––de vosotros, los que ahora la leéis––, por qué no he de existir como un alma eterna y eternamente dolorosa?, ¿por qué?
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Yo por lo menos sé de mí decirte que una de las cosas que me dan más pavor es quedarme mirándome al espejo, a solas, cuando nadie me ve. Acabo por dudar de mi propia existencia a imaginarme, viéndome como otro, que soy un sueño, un ente de ficción.
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¿quién sabe si existía o no, y menos él mismo...? Uno mismo es quien menos sabe de su existencia... No se existe sino para los demás
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sólo está de veras despierto el que tiene conciencia de estar soñando, como sólo está de veras cuerdo el que tiene conciencia de su locura.
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ha de quedar el Verbo que fue el principio y será el último, el Soplo y Son espiritual que recoge las nieblas y las cuaja

BELLEZA DE LAS COSAS

Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto. «Es una desgracia esto de tener que servirse uno de las cosas ––pensó Augusto––; tener que usarlas, el uso estropea y hasta destruye toda belleza. La función más noble de los objetos es la de ser contemplados. ¡Qué bella es una naranja antes de comida! Esto cambiará en el cielo cuando todo nuestro oficio se reduzca, o más bien se ensanche a contemplar a Dios y todas las cosas en Él. Aquí, en esta pobre vida, no nos cuidamos sino de servimos de Dios; pretendemos abrirlo, como a un paraguas, para que nos proteja de toda suerte de males.»

UNAMUNO Y MACHADO

"El sendero nos lo hacemos con los pies según caminamos a la ventura." Unamuno 1907
"Caminante no hay camino, se hace camino al andar" Machado dirá en el 17

UNAMUNO Y BÉCQUER


"Ayer la vi en su casa, con pretexto de visitar a sus tíos; la vi... 
––Y te miró, ¿no es eso?, ¿y creíste en Dios?"
Remedando a Bécquer:
“Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...,
¡hoy creo en Dios!” 

ANARQUÍA

––Se me había olvidado decirle que cuando escriba a Eugenia lo haga escribiendo su nombre con jota y no con ge, Eujenia, y del Arco con ka: Eujenia Domingo del Arko.
––Y ¿por qué?
––Porque hasta que no llegue el día feliz en que el esperanto sea la única lengua, ¡una sola para toda la humanidad!, hay que escribir el castellano con ortografía fonética. ¡Nada de ces!, ¡guerra a la ce! Za, ze, zi, zo, zu con zeta, y ka, ke, ki, ko, ku con ka. ¡Y fuera las haches! ¡La hache es el absurdo, la reacción, la autoridad, la edad media, el retroceso! ¡Guerra a la hache!
––¿De modo que es usted foneticista también?
––¿También?, ¿por qué también?
––Por lo de anarquista y esperantista...
––Todo es uno, señor, todo es uno. Anarquismo, esperantismo, espiritismo, vegetarianismo, foneticismo... ¡todo es uno! ¡Guérra a la autoridad!, ¡guerra a la división de lenguas!, ¡guerra a la vil materia y a la muerte!, ¡guerra a la carne!, ¡guerra a la hache! ¡Adiós!

EL AMOR  Y LA MUJER

––En efecto; se me antoja que debe de ser imposible conocer a aquella mujer con quien se convive y que acaba por formar parte nuestra. ¿No has oído aquello que decía uno de nuestros más grandes poetas, Campoamor?
––No; ¿qué es ello?
––Pues decía que cuando uno se casa, si lo hace enamorado de veras, al principio no puede tocar el cuerpo de su mujer sin emberrenchinarse y encenderse en deseo carnal, pero que pasa tiempo, se acostumbra, y llega un día en que lo mismo le es tocar con la mano al muslo desnudo de su mujer que al propio muslo suyo, pero también entonces, si tuvieran que cortarle a su mujer el muslo le dolería como si le cortasen el propio.
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Y ella le decía siempre las mismas cosas, cosas cotidianas, muy antiguas y siempre nuevas.
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––Dice ese escritor, y lo dice en latín, que así como cada hombre tiene su alma, las mujeres todas no tienen sino una sola y misma alma, un alma colectiva, algo así como el entendimiento agente de Averroes, repartida entre todas ellas. Y añade que las diferencias que se observan en el modo de sentir, pensar y querer de cada mujer provienen no más que de las diferencias del cuerpo, debidas a raza, clima, alimentación, etc., y que por eso son tan insignificantes. Las mujeres, dice ese escritor, se parecen entre sí mucho más que los hombres y es porque todas son una sola y misma mujer...
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––Ve ahí por qué, amigo Paparrigópulos, así que me enamoré de una me sentí en seguida enamorado de todas las demás.
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-Quien conozca una, una sola bien, las conoce todas, conoce a la Mujer. Además, ya sabe usted que todo lo que se gana en extensión se pierde en intensidad.

VARIOS

El alma es un manantial que sólo se revela en lágrimas. Hasta que se llora de veras no se sabe si se tiene o no alma.
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--Se me ha ido el alma de la vida gota a gota, y alguna vez a chorro------
Así llegó a aquel recatado jardincillo que había en la solitaria plaza del retirado barrio en que vivía.
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––Que a todos nos gusta, señorito, hacer papel y nadie es el que es, sino el que le hacen los demás.
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Amo, ergo sum! ... Y el alma misma, ¿qué es sino amor, sino dolor encarnado? Vienen los días y van los días y el amor queda
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La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega.


-Nunca se siente uno contento donde está -respondió el guardagujas.
(Antoine de Saint-Exupéry.- El pequeño Príncipe)
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Sí, el hombre no hace sino buscar en los sucesos, en las vicisitudes de la suerte, alimento para su tristeza o su alegría nativas. Un mismo caso es triste o alegre según nuestra disposición innata.
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que el que juega no asa castañas.
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Alea jacta est! A lo hecho, pecho.
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Como un sueño dulce se les iba la vida
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sólo se aprende a vivir viviendo. Como a soñar soñando
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¿Cuánto falta para llegar al horizonte? ¿Qué veremos cuando allí estemos?*
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Anotación al margen de la obra
La descarga de PDF ha sido anulada por reclamación de derechos de autor ante DMCA (Digital Millenium Copyright Act).
Debo decir en  mi favor que  no recibo, directa ni indirectamente, ningún beneficio económico de los libros, películas o cualquier otro documento que comparto y además estoy convencido de no ocasionar ningún trastorno financiero o monetario a los autores de dichas obras, bien por ser muy antiguas, todas, o incluso que el autor haya fallecido muchos años ha; que es el caso de don Miguel de Unamuno. 

Reconozco, lógicamente que el autor tiene derecho inalienable del beneficio de su creación, pero una vez pasados los años, la cultura debe ser un bien patrimonio de la humanidad.

(Digo ésto entre paréntesis literalmente: El derecho de autor en España ¿no caduca a los setenta años de la muerte de dicho autor? Cuando compartí Niebla hacía ochenta y un años de la muerte de Unamuno. ¿Quién se está beneficiando económicamente de su talento? y ¿en base a qué?)
                                                                  (uno de agosto de dos mil dieciocho) 


   (13/02/19)

                                                           
Hoy compruebo que DMCA ha restaurado el enlace para descargar Niebla en PDF.                                                                                (
10/03/19)

                                                                                                                        IR AL ÍNDICE

jueves, 7 de septiembre de 2017

EL PAPA DEL MAR Vicente Blasco Ibáñez (1867. 1928)




EL PAPA DEL MAR. PDF
                              
O DONDE SE NOS DICE DE DÓNDE VENIMOS


“Sólo se disipa la propia ignorancia a fuerza de remover el cuerpo y el espíritu, yendo de un lado a otro”,  decía Petrarca en el siglo XIV cuando vivía en Vaucluse, cerca de Avignon y del Papa Luna, Benedicto XIII.

Hoy solo necesitamos remover el espíritu y darnos un chapuzón en los conocimientos y trabajos ajenos, como en este caso el de Vicente Blasco Ibáñez sobre la vida de Don Pedro de Luna, segundón de una de las más importante casas nobles aragonesas, que llegó a ser nombrado Papa con todas las legalidades de la época

Novela histórica muy documentada en hechos, personajes y lugares, nos cuenta, a través de Claudio Borja –descendiente del papa Borgia- cómo Benedicto XIII, el Papa Luna o el Papa del Mar, se mantiene en su posición inmutable de papa legítimo durante casi treinta años, resistiendo, para que renuncie,  a las amenazas de gentes poderosas de la época; resistiendo a las ofertas económicas, que muy bien pudieran saciar las ambiciones de cualquier mortal que no tuviera la integridad del anciano Benedicto XIII.

De la mano de Claudio y acompañados de la bella viuda argentina Rosaura, -a quien el joven Borja quiere conquistar-, vamos a recorrer los lugares de referencia en la vida del Papa Luna. Empezando por un recorrido turístico en el castillo de Avignon donde tuvieron su residencia los papas de Roma, siete en total hasta el cisma de Occidente; la villa de Petrarca en Vaucluse, cerca de Avignon; Marsella, el lugar donde el Papa Luna armó su escuadra para marchar a Roma; Pisa, Barcelona, Constanza y Peñiscola.

Narra la traición del emperador Segismundo, quien habiendo otorgado un salvoconducto al predicador Jan Huss, predecesor de Martín Lutero, permite que sea encarcelado y juzgado por herejía y él mismo lo condena a la hoguera.

Describe también la trayectoria del maestro Ferrer, futuro San Vicente Ferrer. El papel importantísimo que tuvo en la elección democrática de Fernando de Antequera como rey de Aragón en el compromiso de Caspe y la defensa del papa de Avignon como único papa legal y su cambio de actitud...” Vicente Ferrer continuaba no dudando de su legitimidad; pero le pedía humildemente que renunciase.”

Y sobre todo nos muestra el carácter austero y la fuerte y honesta personalidad de don Pedro de Luna, o Benedicto XIII que mantuvo su verdad hasta su muerte a los noventa y cinco años, sobreviviendo a todos sus enemigos y “manteniéndose en sus trece”, dicho o refrán que aun hoy en día se utiliza para referirse a las personas contumaceces, las que no “dan su brazo a torcer”

Con los datos aportados podremos formarnos una opinión sobre los intereses de la política, de la iglesia católica y de los personajes poderosos en los finales del siglo XIV y principios del siglo XV.
Ahora, con la perspectiva del tiempo, vemos los defectos de aquellas gentes y es fácil imaginar que si hubiera triunfado Benedicto XIII, la reforma de Lutero y el consiguiente cisma no hubiera sido necesario, e incluso, probablemente, nos hubiéramos ahorrado las muertes y el dolor que las revoluciones de los siglos XVIII y XX  trajeron en Europa. 
Esto ya sería historia-ficción.  Somos quienes somos porque ellos fueron quienes fueron. No hay más.
                                          José F. Álvarez


ALGUNAS NOTAS 

DON PEDRO DE LUNA, LA VOLUNTAD MÁS FÉRREA DE TODOS LOS TIEMPOS

Se creía nacido sin voluntad, e indudablemente por esto deseaba escribir la historia de aquel don Pedro de Luna, la voluntad más tenaz de su época y tal vez de todos los tiempos.
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Cuando empezaron a celebrase las conferencias en el antiguo palacio de los reyes de Mallorca se dio cuenta Segismundo de que estaba en presencia de un hombre extraordinario. Había oído hablar a muchos del carácter tenaz del Pontífice, de su dialéctica cerrada e invulnerable; pero la realidad fue más allá de sus suposiciones
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Fue en Perpiñán donde dio la muestra más sobrehumana de su tenacidad, de la fe en sí mismo, que parecían desafiar todas las leyes del tiempo. Habló en latín durante siete horas ante el emperador, los príncipes, los embajadores y todas las delegaciones enviadas por las universidades más célebres de Europa. Un silencio de respeto y de asombro acogió su palabra autoritaria. Nadie la cortó con rumores de impaciencia o de cansancio. Hasta sus mayores enemigos reconocían interiormente la superioridad de este hombre, por sus virtudes privadas, su inteligencia y su carácter, sobre todos los pontífices que habían sido sus adversarios, sobre los doctores famosos y los cardenales tránsfugas que lo combatían en los concilios
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—Vosotros decís que soy un Papa dudoso. No hablemos de ello; lo acepto. Pero antes de ser Papa yo era cardenal, y cardenal indiscutible, de la santa Iglesia de Dios, pues me dieron la investidura antes del cisma. —Soy el único de los cardenales anteriores al cisma que aún vive. Si, como decís vosotros todos los papas elegidos después del cisma son dudosos, todos los cardenales que ellos han nombrado son dudosos igualmente. Y como los cardenales son los que nombran los papas, yo solo, cardenal auténtico, soy el único que puede designar un papa auténtico. —Yo soy también el único que puede conocer verdaderamente las cuestiones de legitimidad en este cisma, el único que estuvo presente en el cónclave que dio origen a él. La solución para los males presentes de la Iglesia soy yo solo el que puede legítimamente aplicarla; la dignidad de la Iglesia y mi propia dignidad así lo exigen. —Suponiendo que no sea yo el único Papa legítimo, soy el único cardenal legítimo y puedo nombrarme por segunda vez a mí mismo. Y si no queréis que el Papa sea yo, no por eso conseguiréis evitar que yo sea el único que puede nombrar otro Papa, y ningún Papa legítimo será designado sin mi aquiescencia, ya que soy indiscutiblemente el único cardenal legítimo.
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Le declararon contumaz, siguiendo su proceso. Buscaron testigos contra él en los países sometidos al Concilio, o sea en casi toda la Cristiandad, y nadie se atrevió a declarar contra su vida privada o contra la notoria honradez con que había administrado los bienes de la Iglesia. Todos reconocían en voz baja sus costumbres austeras, su desprecio al dinero, su odio al nepotismo, pues nunca había favorecido a sus sobrinos con dádivas extraordinarias. El único cargo grave contra el. Pontífice de Peñíscola era «su obstinación en no renunciar al Papado». Todavía perdió mucho tiempo el Concilio, declarando contumaz otra vez a Benedicto y fijándole nuevos plazos para que se presentase. Necesitaba, antes de exonerarlo, dar carácter de legalidad a cuanto había hecho como Papa, institución de fiestas religiosas, casamientos de príncipes, bulas, privilegios a las iglesias— El Concilio debía reconocer como suya toda la obra pontificia de Luna, para que no resultase ilegítima después de su condenación, trastornando la vida de varias naciones.

«Su argumentación fue sólida, rectilínea, incontestable como la verdad. Pero, ¡ay! el mundo vive casi siempre regido por intereses y no por verdades.»
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—Decid esto a vuestro rey: «Yo te hice lo que eres, y tú me envías al desierto.»
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Después de este llamamiento inútil se promulgó el decreto por el cual se declaraba «al llamado Benedicto Trece escándalo de la Iglesia universal, sostenedor del cisma, despojándolo de todos sus títulos, grados y dignidades, relevando a los fieles de los juramentos y obligaciones con él, excomulgándolos si le obedecían como a Papa y le prestaban auxilio, consejo o protección»
Cuando Pedro de Luna recibió en Peñíscola la noticia de todo esto, alzó los hombros y continuó creyéndose tan Papa como antes.
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Este hombre irreducible, que acababa de cumplir noventa años, contestó repitiendo lo que había dicho en Perpiñán ante el emperador y después a los enviados del Concilio de Constanza: —Un Papa verdadero no renuncia. Soy el único cardenal anterior al cisma, el único que no es dudoso y puede hacer una elección legítima... Y yo me elijo a mí mismo
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De acuerdo con el rey de Aragón y ayudado por los más íntimos amigos de Benedicto, hizo a éste tentadoras promesas. Si se sometía a Martín V dejarían en su poder mientras viviese todos los libros y los bienes de la Sede Apostólica que se había llevado de Aviñón y guardaba en Peñiscola; gobernaría como soberano el país donde quisiera establecer su residencia; recibiría una pensión de cincuenta mil florines anuales, cantidad enormisima en aquel entonces; todos los beneficios y títulos dados por él serían reconocidos, y se aceptarían otras proposiciones que quisiera hacer, siempre que fuesen de acuerdo con la unidad de la Iglesia. Hasta su sobrino Rodrigo Luna, algo quebrantado por la desgracia, le aconsejó que cediese.

TODOS LOS PAPAS DE AVIGNON

Y señaló uno por uno a los pontífices, asignándoles una particularidad para que sus oyentes los viesen mejor. El primero, Clemente V arzobispo de Burdeos, no era del país. A continuación reinaban Juan XXII, obispo de Aviñón, y venían tras él cinco más, todos lemosines o provenzales: Benedicto XII, que empezó la construcción del palacio, llamado el Cardenal Blanco, porque vestía siempre el hábito de su Orden; Clemente VI, Papa protector de artistas y amigo de suntuosidades, el más famoso de todos; Inocencio VI, administrador como nadie de los bienes de la Iglesia; Urbano V antiguo prior de la abadía de San Víctor, en el puerto de Marsella, que volvió a Roma cediendo a las súplicas de los italianos y a las visiones de ciertas santas, teniendo que regresar a Aviñón por serle imposible su permanencia en Italia; finalmente, Gregorio XI, que se plegaba a idénticas sugestiones, repetía el viaje y moría en Roma, dando motivo, sin quererlo, al llamado Gran Cisma de Occidente. Luego señalaba los dos últimos retratos. —Este es Clemente Séptimo, el primer Papa de la llamada obediencia de Aviñón, pariente de los reyes de Francia, que quiso tomar el mismo nombre del gran Clemente Sexto. Este otro, el español don Pedro de Luna, último Papa de Aviñón, muerto en Peñíscola (España), sosteniendo hasta el último momento la legitimidad de su pontificado.


                                                                                                                         IR AL ÍNDICE