sábado, 19 de mayo de 2018

WERTER. Johann Wolfgang von Goethe. 1774




Dicen los que de esto entienden, que Las penas del joven Werther es una novela casi autobiográfica que Goethe escribe en su juventud. Son varias las coincidencias en se apoya esta afirmación.

Goethe, al igual que el joven Werther, conoce en un baile a Carlotte Buff, se enamora de ella a primera vista, Charlotte tiene numerosos hermanos, como la protagonista, y lo mismo que ella, está prometida con un hombre mayor; también, como Werther mantiene una amistad honesta con ella hasta que Charlotte decide distanciarse algo de Goethe y él desaparece sin despedirse.
28 de agosto
... Es mi cumpleaños hoy y muy temprano he recibido un paquete de Alberto...”  Goethe y Werther cumplían años el 28 de agosto.
La novela está confeccionada como una colección de cartas que Werther le escribe a su amigo desde su retiro de Wahlheim.
Por ellas conocemos al autor de las mismas, joven apuesto y rico, romántico hasta la enfermedad, crítico con la sociedad y rebelde. A Carlota, de quien se enamora Werther, chica joven hermosa, adorable, perfecta, vital, espontánea... su alma virtuosa aumenta la belleza de su cuerpo, sincera y honesta, adorada por sus ocho hermanos pequeños a quienes cuida por ser huérfanos de madre. Y a Albert, el prometido de Carlota, hombre inteligente, trabajador y comprensivo con quien hace amistad el joven Werther hasta que sospechando que éste está enamorado de Carlota se distancia y obliga a Carlota a distanciar las visitas de su amigo.


                                  NOTAS
1.   Los hombres sentirían menos sus trastornos (Dios sabrá por qué lo hizo así) de no ocupar su imaginación con tanta frecuencia y con tal esmero en recordar los males pasados, en vez de en hacer soportable lo presente.
2.  Estoy convencido de que la negligencia y las discusiones producen en este mundo más daños y trastornos que la malicia y la maldad.
3.  ¡El género humano es una cosa tan monótona! Casi todos trabajan la mayor parte del tiempo para vivir y su poco tiempo libre les pesa de tal modo, que buscan con ahínco el medio de usarlo en algo. ¡Oh, destino del hombre!
4.Con dificultad se encontraría en otra parte un sitio más propicio para mis gustos: me hago traer una mesita y una silla; tomo mi café y leo mi Homero.

5 -Va usted a conocer a una mujer muy hermosa... Cuidado con enamorarse.-¿Y por qué? -le pregunté. 
-Porque está comprometida con un hombre honrado –contestó.
7.  Los niños son lo que conmueve más mi corazón en la tierra... cuando descubro en sus caprichos o terquedades la futura constancia y firmeza de carácter, o en sus travesuras y en su malicia el humor fácil y alegre que hace olvidar las penas y los contratiempos de la vida, y todo esto de una manera franca y total, no dejo de repetirme siempre estas palabras divinas del maestro. “Mientras no llegues a ser como éstos…”
 Pues bien, mi amigo, a estos niños, estas amables criaturas que deberíamos considerar modelos, los tratamos como esclavos. ¿Por qué no han de tener ellos también una voluntad personal? ¿No tenemos nosotros la nuestra? ¿En qué se basa o está fundada esta prerrogativa? ¿Es porque nosotros tenemos más edad y somos más serios? ¡Dios piadoso! Desde la inmensidad de tu gloria, ves a los niños grandes y a los pequeños, y nada más, y hace mucho tiempo que has declarado por boca de tu hijo, quiénes son con los que más te complaces. Los hombres creen en él, pero no lo escuchan, y nunca han obrado de otra manera. Forman a sus hijos semejantes a ellos y…
8.  ¡Soy amado! ¡Si vieras cómo me quiere ahora; si vieras… Te lo diré, porque tú sabrás comprender: si vieras lo mucho más que valgo a mis propio ojos desde que soy dueño de su amor! ¿Es esto presunción o sentimiento de nuestra relación verdadera?
9.  Todas las cosas del mundo vienen a terminar en bagatelas y el que por complacer a los demás contra su gusto y sin necesidad, se fatiga persiguiendo la fortuna, los honores o cualquier otra cosa, es siempre un loco.
10.   ...las mujeres son muy mañosas en este sentido y son firmes: cuando pueden hacer que dos de sus adorados vivan en buena inteligencia, lo que sucede pocas veces, lo logran, y el beneficio es sin duda para ellas.
11. Sucede rara vez en este mundo que los eventos se encuentran sometidos a la ley absoluta del sí o del no. Hay tantos grados, tan diversos tonos en los sentimientos y en los procedimientos, como líneas distintas en una nariz chata o aguileña;
12. ¿no sabrás hablar de nada sin decir: esto es una locura, esto es razonable, eso es bueno, eso otro es malo? ¿Qué significan todos esos juicios? Para emitirlos, ¿habrás profundizado los resortes secretos de un acto? ¿Sabes acaso distinguir con seguridad sus causas lógicas? Si tal cosa sucediera, no juzgarías con tanta ligereza.
13 ¡Todo esta es letra muerta para ustedes, impasibles moralistas! Condenan al ebrio y detestan al demente con la frialdad del sacerdote que sacrifica y dan gracias a Dios, como el fariseo, porque ni son locos ni borrachos. Más de una vez me he embriagado; más de una vez me han puesto mis pasiones al borde de la locura, y no lo siento; porque he aprendido que siempre se ha dado el nombre de beodo o insensato a todos los hombres fuera de serie que han hecho algo grande, algo que lucía imposible.
14. -Amigo mío -dije-, el hombre siempre es hombre y la chispa del entendimiento que tengan éste o el otro, es de poca o nula utilidad, cuando al fermentar una pasión la naturaleza se arroja a los límites de sus fuerzas.
15. Es muy cierto que sólo el amor hace que el hombre necesite de sus semejantes.
16.            La primera impresión nos encuentra dispuestos a recibirla y el hombre está hecho de tal modo, que puede hacérsele creer hasta lo imposible; pero una vez admitidas en su imaginación estas ideas, se fijan de tal modo y con tal profundidad que gran trabajo será borrarlas o quitarlas.
17.  Mi actividad se consume en una inquieta indolencia; no puedo estar sin hacer nada y sin embargo nada hay que pueda hacer
18.- Cuando el hombre no se encuentra a sí, no halla nada.
19.- En vano un hombre razonable y de sangre fría verá clara la situación del desdichado; en vano la exhortará: es semejante al hombre sano que está junto a lecho de un enfermo, sin poder darle la más pequeña parte de sus fuerzas.
20. -¡Necios! No ven que el lugar no tiene importancia y que el que ocupa el primer puesto juega muy pocas veces el primer papel. ¡Cuántos reyes están gobernados por sus ministros! ¡Cuántos ministros, por sus secretarios! ¿Y quién es el primero? Yo creo que aquél cuyo ingenio controla al de los demás y por su carácter y destreza transforma las fuerzas y pasiones ajenas en artífices de sus deseos.
21. -Me es suficiente ver sus ojos negros para ser feliz. Lo que me apena es que Alberto no parece tan feliz como él esperaba y como él mismo creía. ¡Ah! Si yo… No me gusta emplear reticencias; pero aquí no puedo expresarme en otra forma… y creo que me hago entender con completa claridad.
22.-¡Ay de mí! Nadie me dará el amor, la alegría, el placer de las felicidades que no siento dentro de mí. Y aunque yo tuviera el alma llena de las más dulces sensaciones, no sabría hacer feliz a quien en la suya no tuviera nada.
23.- El desaliento y pesar habían echado raíces sólidas en Werther y poco a poco se habían apoderado de todo su ser. La armonía de sus facultades se había destruido en su totalidad. El ciego y febril arrebato que las trastornaba tuvo en él los más fuertes estragos y acabó por sumirle en un triste abatimiento, más difícil de tolerar que los males con que se había enfrentado hasta entonces

24.           Alberto dirigió la conversación a su amigo y le reprobó, haciéndole justicia. Habló de su desgraciada pasión y dijo que deseaba, si se pudiera, alejarlo por su propio bien. 

-Lo deseo también por nosotros -agregó-; y te ruego, Carlota, que procures dar otra dirección a sus ideas y a sus relaciones contigo, decidiéndole a que limite sus visitas. La gente empieza ya a ocuparse de esto y yo sé que se ha hablado del tema varias veces. Carlota guardó silencio y Alberto creyó entender el motivo de esta reserva. Desde ese momento no habló más de Werther
25.           ¡Morir! ¿Qué es eso? Ya lo ves: los hombres soñamos siempre que hablamos de la muerte. He visto morir a mucha gente; pero somos tan pobres de mente que no sabemos nada del principio ni del fin de la vida.
26.           Durante algún tiempo se temió por la vida de Carlota. Los jornaleros condujeron a Werther al lugar de su sepultura; no le acompañó sacerdote alguno. 
FIN
                                                                                                                       IR AL ÍNDICE