domingo, 30 de octubre de 2016

CRIMEN Y CASTIGO - 2ª PARTE

CRIMEN Y CASTIGO




RESUMEN 
    Cometido doble homicidio, Raskonikov pasa por varios estados anímicos, desde la depresión más honda, al desprecio a la humanidad, sufriendo  en su interior los efectos del terrible acto cometido y sin sentir el mínimo remordimiento. Cuando decide acabar con esta angustia y entregarse a la justicia, el abrazo de una niña agradecida le devuelve las ganas de vivir de manera luminosa, brillante, pero cualquier detalle sin importancia se agiganta en el alma atormentada del asesino, hasta ahogarlo de ansiedad.
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   Es  llamativo que Dostoyevsky, alférez del ejército, sin estudios de psicología, llegue a conocer las profundidades del alma humana y a describirlas de  manera única y magistral como lo hace en Crimen y Castigo .
CRIMEN Y CASTIGO. PDF
NOTAS
1.Lo más indignante de este asunto no son los errores de esa gente: uno puede equivocarse; las equivocaciones conducen a la verdad. Lo que me saca de mis casillas es que, aún equivocándose, se creen infalibles.
2. …nosotros hace ya doscientos años que hemos perdido el hábito de la actividad... Tenemos cierto amor al bien, aunque este amor sea, confesémoslo, un tanto infantil. También existe la honradez, aunque desde hace algún tiempo estemos plagados de bandidos. Pero actividad, ninguna en absoluto.
3. Hasta ahora se nos ha dicho: «Ama a tu prójimo.» Pues bien, si pongo este precepto en práctica, ¿qué resultará? –Piotr Petrovitch hablaba precipitadamente-. Pues resultará que dividiré mi capa en dos mitades, daré una mitad a mi prójimo y los dos nos quedaremos medio desnudos. Un proverbio ruso dice que el que persigue varias liebres a la vez no caza ninguna.
4. -Perdóneme -le interrumpió Rasumikhine-. Yo pertenezco a la categoría de los imbéciles. Tengo los oídos tan llenos de toda esa palabrería que no ceso de escuchar desde hace tres años, de todas esas trivialidades, de todos esos lugares comunes, que me sonroja no sólo hablar de ello, sino también que se hable delante de mi. Yo sólo deseaba saber quién es usted, pues en estos últimos tiempos se han introducido en los negocios públicos tantos intrigantes, y esos desaprensivos han ensuciado de tal modo cuanto ha pasado por sus manos, que han formado a su alrededor un verdadero lodazal. Y no hablemos más de este asunto.
5.-¿Qué respondió ese profesor de historia universal cuando le interrogaron?
«Cada cual se enriquece a su modo. Yo también he querido enriquecerme lo más rápidamente posible»
No recuerdo las palabras que empleó, pero sé que quiso decir «ganar dinero rápidamente y sin esfuerzo». El hombre se acostumbra a vivir sin esfuerzo, a andar por el camino llano, a que le pongan la comida en la boca. Hoy cada uno se muestra como realmente es.
-Pero la moral, las leyes...
6. «¿Dónde he leído yo -pensaba Raskolnikof al alejarse que un condenado a muerte decía, una hora antes de la ejecución de la sentencia, que antes que morir preferiría pasar la vida en una cumbre, en una roca escarpada donde tuviera el espacio justo para colocar los pies, una roca rodeada de precipicios o perdida en medio del océano sin fin, en una perpetua soledad, aunque esta vida durara mil años o fuera eterna? Vivir, vivir sea como fuere. El caso es vivir... -y añadió al cabo de un momento-: El hombre es cobarde, y cobarde el que le reprocha esta cobardía
7. -¡Dios mío, qué cosas se ven en este Piter (San Petersburgo)! -exclamó el joven, entusiasmado-. Excepto a Dios, aquí se encuentra todo.
8...ninguna voz turbó el profundo silencio que le rodeaba. La ciudad parecía tan muerta como las piedras que pisaba, pero muerta solamente para él, solamente para él...
9. Catalina Ivanovna no podía sufrir la suciedad y, antes que verla en su casa, prefería trabajar hasta más allá del límite de sus fuerzas. Lavaba mientras todo el mundo dormía. Así podía tender la ropa y entregarla seca y limpia a la mañana siguiente a su esposo y a sus hijos.
10. Los vecinos se marcharon uno tras otro con ese extraño sentimiento de íntima satisfacción que ni siquiera el hombre más compasivo puede menos de experimentar ante la desgracia ajena, incluso cuando la víctima es un amigo estimado.
11. Iba vestida pobremente, pero en su barata vestimenta había ese algo de elegancia chillona propio de cierta clase de mujeres y que revela a primera vista su condición.
12. Allí estaba Sonia, insignificante, desesperada, avergonzada bajo sus oropeles, esperando humildemente que le llegara el turno de decir adiós a su padre. De súbito, el rostro de Marmeladof expresó un dolor infinito. -¡Sonia, hija mía, perdóname! -exclamó.
13. Raskolnikof se acercó a ella:
-Catalina Ivanovna -le dijo-, la semana pasada, su difunto esposo me contó la historia de su vida y todos los detalles de su situación. Le aseguro que hablaba de usted con la veneración más entusiasta. Desde aquella noche en que vi cómo les quería a todos ustedes, a pesar de sus flaquezas, y, sobre todo, cómo la respetaba y la amaba a usted, Catalina Ivanovna, me consideré amigo suyo. Permítame, pues, que ahora la ayude a cumplir sus últimos deberes con mi difunto amigo. Tenga..., veinticinco rublos. Tal vez este dinero pueda serle útil... Y yo..., en fin, ya volveré... Sí, volveré seguramente mañana... Adiós. Ya nos veremos.
14. Iba lentamente, sin apresurarse, inconsciente de la fiebre que le abrasaba, poseído de una única e infinita sensación de nueva y potente vida que fluía por todo su ser. Aquella sensación sólo podía compararse con la que experimenta un condenado a muerte que recibe de pronto el indulto.
15. La niña, en vez de contestarle, acercó a él su carita, contrayendo y adelantando los labios para darle un beso. De súbito, aquellos bracitos delgados como cerillas rodearon el cuello de Raskolnikof fuertemente, muy fuertemente, y Polenka, apoyando su infantil cabecita en el hombro del joven, rompió a llorar, apretándose cada vez más contra él.
16. «¡Basta! -se dijo en tono solemne y enérgico-. ¡Atrás los espejismos, los vanos terrores, los espectros...! La vida está conmigo... ¿Acaso no la he sentido hace un momento? Mi vida no ha terminado con la de la vieja. Que Dios la tenga en la gloria. ¡Ya era hora de que descansara! Hoy empieza el reinado de la razón, de la luz, de la voluntad, de la energía... Pronto se verá...»



                                                                                                                              Fiódor Dostoyevsky 1821 - 1881


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