CRIMEN Y CASTIGO. PDF
RESUMEN
Se peca con el pensamiento y en
el mismo pecado está el castigo.
Estas dos frases bien pueden
resumir la ansiedad que el estudiante Raskonikov sufría ante la posibilidad de
cometer un asesinato que resolviera sus problemas personales y familiares. La
lucha entre la conciencia y la razón le llenaban de inquietud hasta la
enfermedad y aunque se veía abocado a realizar el homicidio, nunca estuvo
seguro de poder ejecutarlo por más que quisiera convencerse que debía hacerlo
como acto de justicia.
Leer a Dostoyevsky es entrar en
el alma, en el cerebro y en el sentimiento de Raskonikov el estudiante, es pasear
y vivir en la sociedad rusa del XIX. Dostoyevsky activa la
imaginación del lector y lo hace espectador invisible de la vida en la capital
de la Rusia zarista, San Petersburgo, hacia el año 1860.
San Petersburgo en la actualidad. Lugares mencionados por Dostoyevsky en Crimen y Castigo (Google Earth) |
NOTAS
1. Es chocante que lo que más
temor inspira a los hombres sea aquello que les aparta de sus costumbres
2. Un trastorno físico,
sencillamente. Un vaso de cerveza, un trozo de galleta, y ya está firme el
espíritu, y el pensamiento se aclara, y la voluntad renace. ¡Cuánta nimiedad!
3. A veces nos ocurre que
personas a las que no conocemos nos inspiran un interés súbito cuando las vemos
por primera vez, incluso antes de cruzar una palabra con ellas
4. -Señor -siguió diciendo en
tono solemne-, la pobreza no es un vicio: esto es una verdad incuestionable.
Pero también es cierto que la embriaguez no es una virtud, cosa que lamento.
Ahora bien, señor; la miseria sí que es un vicio. En la pobreza, uno
conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede
conservar nada noble. Con el indigente no se emplea el bastón, sino la
escoba, pues así se le humilla más, para arrojarlo de la sociedad humana. Y
esto es justo, porque el indigente se ultraja a sí mismo. He aquí el
origen de la embriaguez, señor.
5. Sí, es una dama enérgica,
orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero
no toleraría de nadie la menor falta de respeto.
6. Me ha dado treinta kopeks, los
últimos, todo lo que tenía: lo he visto con mis propios ojos. Ella no me ha
dicho nada; se ha limitado a mirarme en silencio... Ha sido una mirada que no
pertenecía a la tierra, sino al cielo. Sólo allá arriba se puede sufrir
así por los hombres y llorar por ellos sin condenarlos. Sí, sin condenarlos... Pero
es todavía más amargo que no se nos condene. Treinta kopeks...
7. Por otra parte, siendo él tan
inteligente y perspicaz, comprenderá que su felicidad conyugal
dependerá de la que proporcione a Dunetchka.
8. En su segunda visita, cuando
ya su petición había sido aceptada, nos dijo, en el curso de la conversación,
que antes de conocer a Dunia ya había resuelto casarse con una muchacha honesta
y pobre que tuviera experiencia de las dificultades de la vida, pues considera
que el marido no debe sentirse en ningún caso deudor de la mujer y que,
en cambio, es muy conveniente que ella vea en él un bienhechor.
9. Dunia está segura de que
conseguirá lo que se propone, gracias a su influencia sobre su futuro
esposo, influencia que no le cabe duda de que llegará a tener. Nos
hemos guardado mucho de dejar traslucir nuestras esperanzas ante Piotr
Petrovitch, sobre todo la de que llegues a ser su socio algún día. Es un hombre
práctico y no le habría parecido nada bien lo que habría juzgado como un vano
ensueño
10. ¿Sigues rogando a Dios,
Rodia, crees en la misericordia de nuestro Creador y de nuestro Salvador?
Sentiría en el alma que te hubieras contaminado de esa enfermedad de
moda que se llama ateísmo.
11. Pero ¿qué se propone Dunia?
Se ha dado cuenta de cómo es este hombre y sabe que habrá de compartir su vida
con él, si se casa. Sin embargo, es una mujer que viviría de pan duro y
agua, antes que vender su alma y su libertad moral: no las
sacrificaría a las comodidades, no las cambiaría por todo el oro del mundo, y
mucho menos, naturalmente, por el señor Lujine
12. ¿Qué misterio es éste? ¿Dónde
está la clave del enigma? La cosa no puede estar más clara: ella no se vendería
jamás por sí misma, por su bienestar, ni siquiera por librarse de la muerte.
Pero lo hace por otro; se vende por un ser querido. He aquí explicado el
misterio: se dispone a venderse por su madre y por su hermano...Cuando se
llega a esto, incluso violentamos nuestras más puras convicciones. La
persona pone en venta su libertad, su tranquilidad, su conciencia.
"Perezca yo con tal que mis seres queridos sean felices." Es más, nos
elaboramos una casuística sutil y pronto nos convencemos a nosotros mismos de
que nuestra conducta es inmejorable, de que era necesaria, de que la
excelencia del fin justifica nuestro proceder. Así somos. La cosa está
clara como la luz
13. -¡Renunciar a la
verdadera vida! –exclamó en una especie de delirio-. Aceptar el destino con
resignación, aceptarlo tal como es y para siempre, ahogar todas las
aspiraciones, abdicar definitivamente el derecho de obrar, de vivir, de
amar...«¿Comprende usted lo que significa no tener adónde ir?» Éstas habían
sido las palabras pronunciadas por Marmeladof la víspera y de las que
Raskolnikof se había acordado súbitamente, porque «todo hombre debe tener un
lugar adonde ir».
14. sí, a los dieciocho o
diecinueve años, ya es una mujer agotada...¡Cuántas he visto así! ¡Cuántas han
llegado a eso! Sí, todas empiezan como ésta... Pero ¡qué me importa a mí! Un
tanto por ciento al año ha de terminar así y desaparecer. Dios sabe dónde...,
en el infierno, sin duda, para garantizar la tranquilidad de los demás... ¡Un
tanto por ciento! ¡Qué expresiones tan finas, tan tranquilizadoras, tan
técnicas, emplea la gente...! Un tanto por ciento; no hay, pues, razón, para
inquietarse... Si se dijera de otro modo, la cosa cambiaria..., la
preocupación sería mayor...
15. ¿Por qué, aun
sintiéndose fatigado tan extenuado, que debió regresar a casa por el camino más
corto y más directo, había dado un rodeo por la plaza del Mercado Central, donde
no tenía nada que hacer? Desde luego, esta vuelta no alargaba demasiado su
camino, pero era completamente inútil. Cierto que infinidad de veces había
regresado a su casa sin saber las calles que había recorrido; pero ¿por qué
aquel encuentro tan importante para él, a la vez que tan casual, que había
tenido en la plaza del Mercado (donde no tenía nada que hacer), se había
producido entonces, a aquella hora, en aquel minuto de su vida y en
tales circunstancias que todo ello había de ejercer la influencia más grave y
decisiva en su destino? Era para creer que el propio destino lo había
preparado todo de antemano.
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