"...de haber sido hermanos, hubiéramos sido gemelos" |
COMENTARIO
El relato en primera persona bien se asemeja una confesión del
propio autor que oculta su nombre en el de Willian Wilson. Varios datos del cuento
coinciden con los reales del escritor. Poe nació el 19 de enero al igual que Wilson,
ambos estudiaron cinco años en un brumoso colegio de Inglaterra y si Wilson fue
Oxford, a la universidad más disoluta de Europa, Allan Poe estuvo en la de
Virginia, la más libertina de Norteamérica. Los dos se dejaron arrastrar por el
alcohol, el juego y otras seducciones
todavía más peligrosas. Y si Willian Wilson próximo a morir se pregunta: “Entre tus esperanzas y el cielo, ¿no
aparece suspendida para siempre una densa, lúgubre, ilimitada nube?” ,
Allan Poe se preguntará diez años más tarde, 1849, a la hora de su muerte “¿...hay esperanza para un miserable como
yo?”
A Edgard Allan Poe y a su obra les esperaban, en el terreno humano, la
gloria de la inmortalidad.
La influencia de Poe en Oscar Wilde es innegable. El
desdoblamiento de Willian Wilson y el de Dorian Gray, el espejo de Wilson y el
retrato de Gray, la vida licenciosa de ambos y sus conciencias separadas, las
estocadas a su doble en Willian Wilson y el apuñalamiento del cuadro en Dorian Gray y como ambos al terminar con su conciencia terminan con su vida.
A pesar de esas coincidencias no creo que se pueda hablar de copia o de
plagio en absoluto porque las historias de sus protagonistas van por sendas
diferentes en su vida y en su estilo literario. Si el mundo literario de
Willian Wilson es un tanto barroco o complicado, el de Dorian Gray es abierto,
sencillo y predecible, menos su final, posiblemente.
Bienvenida esa inflencia que nos dejó tan grata novela.
Bienvenida esa inflencia que nos dejó tan grata novela.
Las dos narraciones son únicas e insuperables.
RESUMEN Y NOTAS
“—Has vencido, y me entrego. Pero también tú estás muerto desde ahora...
muerto para el mundo, para el cielo y para la esperanza. ¡En mí existías... y
al matarme, ve en esta imagen, que es la tuya, cómo te has asesinado a ti
mismo!”
“Venciendo, pierdes, porque yo soy
tú. Yo soy más tú, que tú mismo. Yo soy tu esencia eterna”
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La historia la cuenta el narrador en primera persona ocultando su verdadero nombre, se hace llamar Willian Wilson; hallándose próximo a la muerte, anhela la piedad de sus semejantes, por eso explica la imposibilidad de escapar a los vicios y bajezas en las que él había caído. “Me gustaría que creyeran que, en cierta medida, fui esclavo de circunstancias que excedían el dominio humano”.
En su infancia ya es presa de
caprichos y de vicios, que sus padres, débiles de carácter, no puede encauzar ni
educar y explica que: “Por lo regular, los hombres
van cayendo gradualmente en la bajeza. En mi caso, la virtud se desprendió
bruscamente de mí como si fuera un manto.”
Después de este preámbulo sigue la historia de forma
cronológica.
Pasa cinco años en un colegio inglés convertido en cabecilla de
sus compañeros gracias a la fuerza e ímpetu de su naturaleza. Solo un niño
compite en conocimientos, fuerza y liderazgo con él. Un niño que curiosamente
se llama exactamente como él, Wiliam Wilson, que ingresa el mismo día que él en
el colegio, que nació el mismo día: 19 de enero de 1813, que viste exactamente
como él y como él tiene los mismos gestos, solo se le diferencia en que su
oponente habla en susurros.
La relación con su tocayo es de enfrentamiento continuo,
aunque su doble no pretende nunca la victoria “Es cierto que casi diariamente teníamos una querella, al fin de la
cual, me cedía públicamente la palma de la victoria.”
En esta época todavía tenía algo de estima y respeto, mezclado
con el miedo, el odio y la curiosidad hacia el otro Wilson y reconoce “que,
Wilson y yo éramos compañeros inseparables.”
Tiene también un sentimiento lejano y nebuloso de que en algún tiempo
pasado había habido un vínculo con él y más tarde aceptará que “...yo habría llegado a ser un hombre mejor y más feliz si hubiera
rechazado con menos frecuencia aquellos consejos encerrados en susurros, y que
en aquel entonces odiaba y despreciaba amargamente.”
Huye del colegio el mismo día que descubre que Wilson tiene su
misma cara, enterándose más tarde que también William Wilson abandonó el
colegio el mismo día que él.
Después de algunos meses dedicados a la nada, entra en el
colegio de Eaton donde permanece tres años fortaleciendo admirablemente su
cuerpo, arraigando sus vicios y despreciando la educación.
Una noche de orgía de vino y “otras
seducciones todavía más peligrosas” estando en el delirio de la embriaguez
le anunciaron que alguien le esperaba en el vestíbulo. Wiliam Wilson, de nuevo,
vestido con las mismas ropas que el narrador le esperaba: “Al verme, vino precipitadamente a mi encuentro y, tomándome del brazo
con un gesto de petulante impaciencia, murmuró en mi oído estas palabras:
—¡William Wilson!
Mi embriaguez se disipó instantáneamente...”
Ingresa en Oxford, la “Universidad,
la más disoluta de Europa”. Hace profesión de sus vicios, engañando a todos
sus compañeros: “¿Quién, entre mis más
depravados camaradas, no hubiera dudado del testimonio de sus sentidos antes de
sospechar culpable de semejantes actos al alegre, al franco, al generoso
William Wilson, el más noble y liberal compañero de Oxford, cuyas locuras, al
decir de sus parásitos, no eran más que locuras de la juventud y la fantasía,
cuyos errores sólo eran caprichos inimitables, cuyos vicios más negros no
pasaban de ligeras y atrevidas extravagancias?”
Después de tender las redes a un rico estudiante y dejarle en la miseria
con las artes de un tahúr, una sombra de duda se manifiesta en su conciencia:” Difícil es decir ahora cuál
hubiera sido mi conducta en ese momento. La lamentable condición de mi
adversario creaba una atmósfera de penoso embarazo...”. aparece nuevamente en escena en la confusa luz de la
madrugada, Willian Wilson, para desenmascarar públicamente sus trampas:”Señores, no me excusaré por mi conducta,
ya que al obrar así no hago más que cumplir con un deber. Sin duda ignoran
ustedes quién es la persona que acaba de ganar una gran suma de dinero a Lord
Glendinning. He de proponerles, por tanto, una manera tan expeditiva como
concluyente de cerciorarse al respecto: bastará con que examinen el forro de su
puño izquierdo y los pequeños paquetes que encontrarán en los bolsillos de su
bata bordada.”
Deshonrado y despreciado abandona Oxford, pero Willian Wilson
no le abandona a él; le seguirá a París, Viena, Roma, Moscú... La huída no era
posible. “Una y otra vez, en la más
secreta intimidad de mi espíritu, me formulé las preguntas: ¿Quién es? ¿De
dónde viene? ¿Qué quiere? Pero las respuestas no llegaban.”
Nuevamente en Roma, cuando pretendía seducir a la joven y bella esposa de
su anciano anfitrión, siente en sus hombros la mano de Willian Wilson y en sus
oídos el odiado susurro. Embriagado de alcohol y cargado de ira lo arrastra a
otro salón retándolo a duelo de espada. “En
pocos segundos lo fui llevando arrolladoramente hasta acorralarlo contra una pared,
y allí, teniéndolo a mi merced, le hundí varias veces la espada en el pecho con
brutal ferocidad.” Mirando a Wilson agonizante se ve a sí mismo reflejado en un
espejo. “Era Wilson. Pero ya no hablaba
con un susurro, y hubiera podido creer que era yo mismo el que hablaba cuando
dijo:
—Has vencido, y me entrego. Pero también
tú estás muerto desde ahora... muerto para el mundo, para el cielo y para la
esperanza. ¡En mí existías... y al matarme, ve en esta imagen, que es la tuya,
cómo te has asesinado a ti mismo!”
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