sábado, 15 de junio de 2019


CON LAS LLUVIAS DE ABRIL Y EL SOL DE MAYO...


  "Si la felicidades algo posible y real –lo que a veces pienso– yo la identifico mentalmente con los años de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer". 

Estamos en la primavera de 1912 en Soria, D. Antonio pasea por los cerros  que rodean la ciudad, por cuyo valle desciende suavemente el Duero. Su jovencísima esposa, de de tan solo dieciocho años Leonor Izquierdo, de quien el poeta está totalmente enamorado,  aparenta una mejoría de su grave enfermedad pulmonar (tuberculosis o tisis) que le había aparecido en el verano anterior en Francia.
Machado, ante una ramitas verdes que brotan de un olmo viejo, escribe con el alma este poema de ilusión, estas palabras de esperanza: “espero hacia la luz y hacia la vida un milagro de la primavera”, con el deseo de la curación de su amada . Milagro que por desgracia no se llega a producir, Leonor fallece en julio de este mismo año.
Apenado, desesperado mas bien, abandona Soria intentando dejar atrás su dolor, pide traslado y le dan plaza de profesor de francés en Baeza en donde desahoga sus penas con largos paseos en solitario por la sierra.


A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.